El
modelo de administración separa las acciones administrativas de las acciones
técnicas o pedagógicas, concentrando las primeras en manos de los directivos.
Este principio de división del trabajo afirma la existencia de un grupo de
acciones homólogas que se realizan racionalmente de la misma forma en una oficina
de correo, en una empresa industrial o en un servicio de salud. Se trata de las
acciones denominadas de administración general: planeamiento; confección de los
programas operativos para cada unidad; distribución de los recursos materiales
y humanos según las posibilidades y necesidades; control del funcionamiento de
los servicios; documentación y archivo de las decisiones en expedientes,
carpetas y depósitos; control de los horarios y de faltas del personal.
El
supuesto sobre el que se apoyan las generalizaciones del modelo es muy fuerte:
se afirma que hay un único y mejor sistema de organizar cualquier tipo de trabajo,
cualquiera sea el lugar en el que se realiza, la tecnología que emplee y las
competencias profesionales que ponga en juego. Cuando en 1924 Henri Fayol publicó
sus catorce principios de la administración científica del trabajo, el convencimiento
general de los administradores era que, a través de su aplicación cuidadosa, se
podría racionalizar completamente, la acción de todas las personas y de
cualquier servicio o empresa, asegurando un funcionamiento regular, previsible,
óptimo y eficiente. Una vez adoptado el modelo ya no sería necesario cambiarlo,
revisarlo, estudiar su pertinencia; a lo más habría que corregir las acciones
que lo implementaban. Debido a este rasgo de inespecificidad de lo educativo, a
su generalidad o a su inmovilismo se ha definido a este modelo como un “modelo rígido
de organización” donde su concepción y estructura restringe el desarrollo de
innovaciones sean internas o externas.
La administración escolar regulaba
rutinas
Todas
estas acciones administrativas generales tienen el objetivo de racionalizar el
trabajo bajo dos principios funcionales altamente valorados: la subordinación funcional
y la previsibilidad de resultados. Por un lado, la administración supone un
sistema de tareas rutinarias jerárquicamente dependientes, a través de las cuales
se simplifica una realidad compleja en cuanto al tipo y cantidad de personas, a
la tecnología, a los procesos y a los productos. Cada persona tiene su jefe y trabaja
individualmente en su rol recibiendo comunicaciones oficiales de tipo vertical.
Por otro lado, el modelo simplifica el entorno o contexto, obviándolo o cerrando
las relaciones del sistema organizacional; desconoce administrativamente diferencias
en las poblaciones estudiantiles, en las demandas, en las necesidades específicas,
en los dinamismos o debilidades locales. La regularidad y la previsiblidad imaginada
proporcionaban a su vez, un marco de certezas para todos. Sin embargo, dicha
previsibilidad se tradujo en rutinización, respuestas lentas y tardías, falta
de autonomía y de creatividad; estas certezas se transforman en firmes legislaciones
proponen fines, pero unos y otros se encuentran aislados entre sí. Las
necesidades específicas de las poblaciones son atendidas como cuestiones
generales. La falta de comunicación profesional en el interior de las
instituciones, y la incomunicación con el entorno, generan enormes esfuerzos
individuales, no siempre exitosos.
Los
niveles de desacople estructural pueden obstaculizar la generación de una
visión concertada, elaborada a partir de la reflexión sobre una práctica que permita
luego volver a orientar las acciones de cada organización según propuestas enriquecidas.
En segundo término, una estructura desacoplada estimula el desarrollo de las fuerzas
centrífugas contenidas en organizaciones grandes y complejas, tendiendo a crear
compartimentos estancos que desarrollan intereses corporativos y conflictivos
con los fines de la organización.
De
esta manera se refuerza una cultura burocrática en la que no existe una imagen
global acertada sobre los niveles de desempeño de la organización escolar; es
decir sobre la calidad y equidad de los aprendizajes de los alumnos. No hay balance
general sino un collage de balances parciales. Los “estados de situación” están
fragmentados según los grados, asignaturas, áreas o ciclos. Con ello, el sentido
de premura que antecede a toda voluntad de cambio se diluye en la transferencia
de responsabilidades hacia otros roles, en los reproches recíprocos, en la
falta de espacios de coordinación.
Bibliografía
AGUERRONDO,
INÉS. (1996) La escuela como organización inteligente, Buenos Aires,
Troquel.
FILHO,
LOURENCO. (1996) Organización y Administración escolar, Buenos Aires,
Kapelusz.
Nallely:
ResponderEliminarMuchos autores se oponen a aceptar , la dirección de una institución educativa como la de una empresa que produce objetos y mercancias.La divisi{on del trabajo, dicen, no puede ser de la misma manera pues , en primer lugar "los clientes " son personas,jóvenes o niños que aprenden con diferentes ritmos y de diversas formas, adem{as de contar con talentos múltiples que dependiente del proceso educativo desarrolarán o no.sin embarg, mucho se ha investigado y avanzado en las necesidades de gesti{on y administración de los centros educativos.gracias, saludos.